jueves, 29 de mayo de 2008

EDITORIAL

DERECHOS EN PAPEL MOJADO

Han pasado más de veinte años desde que la suerte de la necesidad se llevó al olvido tres pueblecitos burgaleses de la Sierra de la Demanda, Herramel, Úzquiza y Villorobe.
Es difícil asumir que pronto se acabará la vida que llevabas hasta entonces, que lo que había sido todo para ti pudiera convertirse, en poco tiempo, en un viejo pasaje del recuerdo.
Si hay algo positivo en todo ello es el objetivo. Abastecer a la ciudad de Burgos era un objetivo importante y necesario y, para muchos, motivo suficiente para justificar el abandono total de su pueblo, de lo que fue su vida. Pero, de eso se trata, de dar todo lo que tienes para que todos podamos vivir mejor.

De todas formas, siempre piensas que, tarde o temprano, alguien se sentirá agradecido. Pero, aunque parezca mentira, la realidad es bien distinta. Los afectados por los pueblos anegados sufren aún injustos desprecios por parte de la Administración y otras entidades responsables. Y es que han olvidado, además de algunos de sus derechos, algunas de las promesas que les hicieron y otros acuerdos que, apenas hoy, se han cumplido. Después de dos décadas, algunos de los terrenos expropiados que no fueron anegados, hoy en día están sirviendo de coto de caza, de espacio donde se desarrollan actividades agrícolas y ganaderas como pastos e incluso de explotaciones colmeneras, aunque esté prohibido por ley.
Para solucionarlo debe haber alguien que se ocupe de ello pero, una vez cumplido el objetivo de interés “general”, ya nadie se preocupa del tema. No se dan cuenta de que no se trata de un capricho sino de un derecho.

A pesar de estas cuestiones sin resolver, existe otro problema más grave que el ajuste de unos bienes mal tasados o unas pesetas mal pagadas. Se trata del antiguo cementerio del pueblo. Cuando se estaban realizando las obras para la construcción del embalse, se exhumaron las tumbas del camposanto de Villorobe y se depositaron en un paraje cercano de forma provisional, pues había otro compromiso (con el Ministerio de Fomento se acordó construir un hito religioso en memoria de los difuntos). Sin embargo, a día de hoy, los restos siguen en una fosa común, como si aún estuviéramos en la Guerra Civil. ¿Tanto cuesta cumplir una promesa? Si atendieran más al sentido ético que a las rígidas fórmulas legales, lo tendrían más fácil.

De cualquier manera, es de agradecer la fuerza con que aquellos villorobanos, junto con Herramel, Úzquiza y muchísimos otros pueblos de distintos lugares en la misma situación, se vieron obligados a dejar todo atrás para que la ciudad entera saliera adelante.
La vida de esas gentes giraba en torno al río que vigilaba sus tierras y ni siquiera tenían el lujo de poder abrir un grifo para beber agua. Ese mismo río que antes le daba vida al pueblo, poco después se la llevó.

Sin duda, es algo de lo que debemos aprender viendo los tiempos tan egoístas en que vivimos ahora. Parece que las generaciones anteriores no nos dejaron legado alguno y lo único que aprendemos es que todo lo que tenemos, es poco y nunca suficiente.

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